Dormir es un placer… sí. Menos cuando el sueño se nos resiste, o cuando nos invaden las pesadillas. Así que dormir es un placer ambiguo. Y, sobre todo, es una necesidad física. Y también mental.
¿Quieres conocer detalles que hasta ahora no conocías sobre el sueño y sus muchas ambigüedades? Acompáñanos en nuestro viaje a través de uno de los misterios más cotidianos y la vez desconocidos. El sueño.
Porque necesitamos dormir
La respuesta es obvia, ¿no? Porque necesitamos descansar nuestro cuerpo y nuestra mente. Pero, ¿está nuestro cuerpo en reposo total durante el sueño?
Es cierto que nuestra temperatura y pulsaciones bajan a mínimos, lo justo para mantenernos, pero eso no significa que pasemos nuestro tiempo de sueño en reposo absoluto.
Nos movemos, tosemos, hablamos, nos rascamos… De hecho, hay trabajos sedentarios, que llevan tan poco movimiento, que algunas personas se mueven más durante el sueño que en su jornada laboral.
Y ¿qué hay de nuestra mente? Ésta, para variar, no para. Está ampliamente demostrado que la mente no cesa su actividad durante el sueño.
Una de las cosas que el cerebro hace mientras dormimos, es seleccionar lo que considera importante que nos haya sucedido durante el día. De esta manera se asegura de no almacenar recuerdos innecesarios.
¿No sería maravilloso poder elegir qué recuerdos conservar y qué recuerdos eliminar? Sin duda, pero si no recordáramos las malas experiencias, no seríamos capaces de identificarlas. Y, por tanto, no aprenderíamos a evitar ciertas situaciones, ciertas personas…
De modo que nuestro cerebro aprende mientras duerme.
La función del sueño
¿Te suena la expresión “sueño reparador”? Pues esa es exactamente una de las funciones del sueño. Se ha demostrado que, durante el sueño, el cerebro es capaz de minimizar el impacto emocional que han provocado tanto imágenes como situaciones. Lo que normalmente llamamos estrés.
El sueño, por tanto, repara ese daño emocional. ¿Totalmente? Ojalá, pero no, sólo es una ayuda, muy bienvenida, pero una ayuda.
Lo ideal sería poder dormir después de haber sufrido una situación traumática. Algunas personas lo consiguen y otras se preguntan, ¿cómo puedes dormir después de lo que ha pasado? Precisamente para sobrellevar mejor “lo que ha pasado”, el cerebro necesita del sueño.
La fase REM del sueño
La fase REM (por sus siglas en inglés Rapid Eye Movement) o MOR (Movimientos Oculares Rápidos) es la fase en la que los “milagros ocurren”. Es la fase del sueño en la que el cerebro presenta más actividad, de ahí que nuestros ojos vayan de un lado a otro sin parar.
Nuestra mente está trabajando, ¡y mucho! Un estudio de la Universidad de San Diego demostró lo siguiente. Tomaron tres grupos de personas. Les presentaron una serie de problemas sencillos de lógica abstracta.
Después, un grupo descansó un ratito sin llegar a dormir; otro durmió una siesta corta sin alcanzar la fase REM; y el tercero durmió una siesta de aproximadamente hora y media (el tiempo necesario para llegar a la fase REM es una hora).
El estudio demostró que el grupo que había dormido hasta llegar a la fase REM, logró un 40% de mejoría en las respuestas a problemas similares a los que se les habían planteado antes de la siesta.
¿Quiere esto decir que dormir te hace más inteligente? La inteligencia, es como una tela de araña, tiene múltiples caminos, más y menos evidentes. Pero sí podríamos asegurar que la creatividad mejora tras un “sueño reparador”.
¿Qué hacer cuando no podemos dormir?
Hay noches en las que no paramos de dar vueltas, la cabeza no parece querer “apagarse” y nuestro cuerpo, cansado de todo el día, se levanta aún más cansado. Mal humor, irritabilidad, somnolencia, incapacidad para concentrarse, apatía y agotamiento, son algunas de las consecuencias más notables de la falta de sueño.
Nuestro cerebro no separa lo importante de lo innecesario, nos cuesta saber qué es cierto y qué no y cuanto más sueño tenemos, más nos cuesta dormirnos. ¿Te suena? Esperamos de todo corazón que no. Pero si es así, aquí tenemos preparados unos consejos para que el sueño no se te resista tanto.
Intenta mantener unos horarios de sueño regulares.
Una cosa es que el fin de semana nos acostemos algo más tarde. O que alguna noche nos den las tantas por una u otra razón y otra es que cada día nos vayamos a dormir a una hora diferente.
El cuerpo necesita sus rutinas, para comer, para evacuar y sí, también para dormir. Intenta, en la medida de lo posible, acostarte y levantarte siempre a una hora similar.
Prepara tu espacio de descanso con mimo.
Nos encanta cocinar, preparar una mesa deslumbrante, vestirnos para ocasiones especiales, darnos el placer de un baño o de una ducha caliente o fría, ¿verdad? Y no solo por la necesidad de comer y de mantenernos abrigados y limpios. ¿Por qué descuidamos tanto algo tan importante como nuestro descanso?
Haz que tu habitación te invite a dormir, mantenla limpia, ventilada y ordenada. Que todos tus sentidos sientan la paz que te espera cuando vas a meterte en la cama. Haz que huela bien. Intenta tener una temperatura media que no te haga sudar ni pasar frío.
Invita al sueño bajando persianas, alejando la contaminación acústica y la visual. Te puedes ayudar escuchando ruido blanco, o la variedad de ruido que mejor se adapte a tu oído.
Establece una rutina pre-sueño.
Apaga la tele, el móvil, la tablet, la consola o cualquier otra pantalla, al menos 45 minutos antes de irte a dormir. De esta forma tus ojos dejarán de recibir luces intensas e imágenes. Tampoco tomes bebidas excitantes o azucaradas, aunque creas que no te afectan, sí lo hacen.
Puede que duermas igual, pero no descansas de la misma forma. Puedes darte una ducha rápida, o lavarte bien la cara y las manos después de cepillarte los dientes. Ponte tu ropa de dormir y prepara una lista de cosas que tengas que hacer mañana. Así, no te despertaras en plena noche pensando “¡la ITV!”.
Leer un poco antes de dormir también ayuda a conciliar el sueño. Si lo haces siempre en el mismo orden, tu cuerpo se irá preparando para lo siguiente, que es meterse en la cama y… dormir.
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